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El testamento de un bromista. Jules Vallés.


El testamento de un bromista no es ninguna broma. Sus primeros párrafos, escritos desde el recuerdo infantil, son divertidos. Invitan a la sonrisa provocada por la inocencia infantil y el recuerdo lejano de aquellos tiempos en los que la autoridad familiar se esgrimía a costa de palizas. Se nota que el autor las sufrió hasta el punto de necesitar el auxilio de una vecina que untara su trasero con cebo y lo vendara para así aguantar la siguiente tunda.
Página a página el crío se convierte en un joven dispuesto a ejercer cualquier oficio mecánico que no sea el acabar impartiendo conocimientos y jurisdicción en un aula. Le da miedo y se teme a sí mismo.

Es el germen de este testamento lo que fundamente la vida de Jules Vallés, electo de la Comuna de París allá por el año 1871. La Comuna (el término commune designaba entonces y aún designa al ayuntamiento en francés) gobernó durante 60 días promulgando una serie de decretos revolucionarios, como la autogestión de las fábricas abandonadas por sus dueños, la creación de guarderías para los hijos de las obreras, la laicidad del Estado, la obligación de las iglesias de acoger las asambleas de vecinos y de sumarse a las labores sociales, la remisión de los alquileres impagados y la abolición de los intereses de las deudas. Después de tener poco éxito en la lucha contra el ejército del gobierno francés, miembros de la Comuna empezaron a tomar venganza incendiando edificios públicos que simbolizaban al gobierno.

AMAGÍ.Sagar Prakash Khatnani

  Pensé que el libro escrito por Sagar sería más espiritual o esotérico pero no deja de ser un cuento para personas mayores donde sale a la luz la fantasía del autor. Se basa en un sueño que el protagonista Juseph arrastra desde hace muchos años, y  que concluye todas las noches con la palabra Amagí y el cuerpo bañado de sudor; el autor va tejiendo una historia imposible que te hace pasar unos momentos no muy felices y poco verosímiles. Juseph abandona su casa y a su padre para vivir su vida dándose cuenta que ahí fuera la situación no es muy sencilla.
El libro entretiene pero no obsesiona se puede encontrar en internet en www.sumadeletras.com; editorial que el grupo Santillana ha creado con la intención de publicar libros que puedan convertirse en todo un éxito. Podríamos encuadrarlo dentro del espacio de crecimiento personal, circunstancia que hace que los lectores lo coloquen muy arriba; particularmente y a estas alturas de la vida poco crecimiento personal puedo alcanzar. Según el autor no debes preocuparte por mí, pues cada día estoy más cerca de cumplir mi sueño. La vida es un círculo: lo que das es lo que recibes. La muerte te enseña que salvo ser feliz, todo lo demás es secundario. Vivir es fácil hay muchas maneras; pero vivir feliz es difícil, solo hay una manera y tienes que encontrarla.    
Durante la lectura hay una serie de episodios que merecen la pena recordar:
-          Las hormigas.
-          Los tres tamices que establece: para lo que se vaya a hablar, las cualidades de cierto, cariñoso y útil, pues si no, es mejor permanecer en silencio
-          El juicio divino, con el veredicto de inocente/culpable. La ingeniosa solución es interesante leerla.
Como anécdota mencionar el hecho de que a veces repite frases, sin que ello lo considere por mí parte una crítica o un elogio. De la extensa lectura del libro (lo he leído en papel) se puede entresacar una buena colección de frases que te llegan muy dentro, y palabras poco comunes para las que tengo que hacer uso del diccionario. Hay una serie de pasajes que hacen que los ojos se te humedezcan asunto que achaco a que quizás me estoy haciendo algo mayor; otras partes son de una crueldad innecesaria puesto que reina la maldad y el sadismo en esos momentos. Tardó cinco años en escribir el libro y al final obtuvo una historia muy bien entrelazada y entretenida.
Bueno... aunque aún no ha terminado, esto es lo que ha dado de sí, este caluroso, bochornoso, trágico y terrorífico mes de agosto 2017.

Trans-Atlántico. Witold Gombrowicz.


Los editores de periódicos suelen pedir por navidad a los escritores columnistas de sus semanarios los diez mejores títulos leídos a lo largo de año. También los diez ideales para irse de vacaciones en verano. Hay quien hace los deberes a fuerza de comentar la imposibilidad de añadir alguno más o tras esclarecer la pena por no haber añadido otros en detrimento de los mencionados. Esta segunda opción veraniega satisface el por qué llegó a mis manos Trans-Atlántico.
Leí hace tiempo Cosmos, del mismo autor, y ya me quedé algo descolocado. Ahora mucho más.
No dudo que en su día fuera audaz, divertida su escritura y que pusiese a los polacos patas arriba. Witold llegó a Argentina para no regresar ya que le pilló la segunda contienda mundial al otro lado del Atlántico. Hoy es un escritor fuera de catálogo comercial que es reivindicado por quienes cansados de lecturas impuestas comercialmente optan por algo bien distinto, fuera de la común. Y tan distinto y fuera que mejor sería incluirlo en uno de esos listados que encierre lecturas adecuadas para quienes ya no saben qué leer.

Lo curioso del caso es que desde la estantería se pavonea Ferdydurke, del mismo autor, a la espera de ser leído.

Una saga moscovita. Vasili Aksiónov.


Si decides leerlo (es una recomendación que te hago) piensa que te servirá de entrenamiento para el bíceps. Es conocido que hay autores que escriben al peso, que las editoriales les pagan por página. Pues bien, aquí tienes mil doscientas de ellas y algo más de un kilogramo de plomada con la que ejercitar el brazo. Pero a diferencia de esos best seller atiborrados de hojas y hojas innecesarias Una saga moscovita es una auténtica mancuerna literaria.
Casi treinta años, todo el periodo estalinista, novelado. Los protagonistas históricos entran y salen de la realidad más absoluta a la ficción, también lo hace el autor quien mantiene con el lector diálogos y escapes de humor muy finos. Todo guiado por la saga de los Gradov, médico él, en gran estima por parte del Creador del sistema koljosiano, lo que no le impidió purgar a la familia del buen doctor, retenerlos sin derecho a correspondencia en Kolyma (merece entretenerse en buscar hasta dónde fueron purgados junto con millones de rusos. No es Siberia, es más allá). Tampoco tuvo inconveniente en rescatarlos de aquellos campos de concentración ante la necesidad de mandos necesarios para afrontar con garantías la contraofensiva que acabara replegando las topas nazis.
Entre medio: entreactos, donde se intercalan notas de prensa del Pravda, de otros periódicos del Partido y de editoriales internacionales, así como textos en los que el autor deja volar su pluma con ideas inconexas que resultan estar suficientemente justificadas y ligadas a la historia novelada y a la propia historia.
En esos mementos que se escriben en las solapas y que hacen referencia a la obra existe un criterio unificado por parte de otros escritores que encuadra esta novela en la gran tradición de la literatura pre-revolucionaria rusa y la emparentan con Guerra y paz de León Tolstói. Son piropos que huelgan. Vasili Aksiónov no los necesita. 

En tierras bajas. Herta Müller.


Desconozco el porqué de la portada. Los relatos huelen a campo pero no es el cerdo ni el jabalí protagonista en ellos. Es posible que para Herta Müller, escritora alemana nacida en Rumanía, En tierras bajas, contados desde la perspectiva de una niña, el recuerdo de sus vivencias aldeanas sea asociado a la familia de los Sus Scrofa.
Sospecho que pudiera haber tenido uno de esos animales especializados en reconocer y marcar el territorio donde a poco que hoce el chancho cochino puerco da con hongos tan preciados como las trufas.

Eso es lo que hace Herta. Hozar entre la maleza de la convivencia, del sexo, de la muerte en una pequeña aldea de procedencia suaba. Y lo hace con tanta delicadeza y lirismo que saca a flote un sinfín de trufas literarias propias de lo real maravilloso, posteriormente denominado realismo mágico, que nada tienen que envidiar a las leídas en autores latinoamericanos.