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Los diarios de Emilio Renzi. Ricardo Piglia.


Si tuviera que recomendar entre estos cuatro diarios: El libro del desasosiego de Pessoa, El oficio de vivir de Pavese, Los cuadernos de Lanzarote de Saramago o Los diarios de Emilio Renzi, preguntaría antes si el interés viene de un lector o de un aprendiz a escritor. Para el lector mantendría ese orden. Pessoa es como un artista, un músico o un velocista de elite: entrenamiento se le supone pero nació con unas condiciones innatas imposibles de alcanzar a base de emborronar lienzos o cuartillas por muchos maestros y academias a las que se acuda para acortar la distancia.
Para quien pretenda acercarse a la escritura mejor empezar en orden inverso pues Los diarios de Emilio Renzi (*) permiten valorar la vida de un escritor hecho a sí mismo. Un escritor que trata de hacerse un espacio propio a sabiendas de que en la década de los sesenta Cortázar, Borges, Fuentes marcan el camino, a lo que hay que añadir la publicación de 100 años de soledad. Entre cómo llegar a fin de mes y los avatares políticos argentinos Renzi o Piglia, tanto da uno como el otro, va desgranado la arquitectura de sus propios cuentos, las lecturas y artificios literarios empleados por otros autores al tiempo que da forma a su novela: Plata quemada.

Una vez leído los años de formación quedo a la espera de los otros dos volúmenes (**) y (***) a los que auguro un largo recorrido entre quienes estamos aficionados a romper con la virginidad de páginas y pantallas en blanco pero muy corto entre lectores de ficción.  

Clases de chapín. Fulgencio Pimentel.


Libro de relatos. Escritos en clave hebrea y guatemalteca, doble condición del autor, constituyen un artificio entre la forma de entender la vida y las culturas heredadas. Estas improntas avalan un lenguaje cuanto menos curioso que da pie a historias a caballo entre el yiddish y el castellano que bien merecen su lectura.