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Paradero desconocido. Kressmann Taylor.


Te hablan de este libro, de quién te lo puede prestar y tal y como te llega lo acabas. Es muy corto. Escrito en 1938 su argumento se basa en el intercambio epistolar que tiene como fondo el año 1933 cuando coincide el regreso de un socio alemán a su país, mientras su compañero judío permanece en Norteamérica, con el año que Hitler accede al poder. En la relación de cartas se observa cómo va cambiando el panorama en menos de un año. El alemán, a pesar de ser liberal, no quiere perder el estatus conseguido si continua carteándose con un judío y el judío al recibir contestación por parte de la justicia del paradero desconocido en Alemania de una hermana que ha ido de gira le solicita a su amigo que la busque.

Me parece una lectura indicada para quienes han de enseñar sociales, historia y materias afines pues puede hacer vivir al lector juvenil las consecuencias de todo aquello que no logra describir ni los datos ni las cifras.

Los milagros de la vida. Mendel el de los libros. Stefan Zweig.


Si el ejercicio de escritura propuesto fuese el detallar cómo un maestro veneciano logra realizar un lienzo que represente una madonna y su niño es lógico pensar en quién hace el encargo, las habilidades del pintor, el tiempo que le lleva encontrar la modelo, el niño y en cómo puede ir cambiando el lienzo si por virgen se elige una adolescente que deja de ser niña mientras pasan los meses de posado y comienza a sentirse madre de la criatura. Todo esto lo hace Zweig con maestría pero en ocasiones cae algo pesado al extenderse en los sentires de los personajes.
Sin embargo, el caso de Mendel es una delicia. Novela corta, relato largo, se lee de una pieza.

En ambos la idiosincrasia judía de sus protagonistas marca la psicología de sus personajes principales.

Una puerta que nunca encontré. Thomas Wolfe.


Son tres los octubres que describe Wolfe. El de 1932, 1923 y 1926 y un abril de 1928. Junto con la descripción estacional de la naturaleza, tan importante en la dinámica de la costa este de Estados Unidos, expresa el sentir de un joven que muchos lectores reconocerán también como parte de su propia vida, en los que dibuja todo su entusiasmo, toda su confusión y todos sus anhelos juveniles (sin saber que moriría poco después, y aún joven) propios de un lobo solitario que trata de engarzar con la sociedad en la que vive y que cuando está a punto de formar parte de ella no encuentra la puerta adecuada para convertirse en uno más.

La palabra iluminada. Manuel Padorno.


Cuando no tienes costumbre de leer libros de esta editorial, o bien cuando lo que quieres es leer el libro y nada más, a Ediciones Cátedra le sobra un tercio de páginas. Éstas, dedicadas a la vida y obra del autor, entre cursivas, anotaciones y referencias pueden caer pesadas. A mí no me disgustan y en el caso de un poeta las creo de obligada lectura si luego se quiere disfrutar aún más de su poemario.
El de Padorno, al igual que me ocurriera con el de Miguel Feria, me ha encantado. Tan cerca y tan desconocidos. El segundo en La Laguna, el primero en Punta Brava, en Las Palmas; ambos Premios Canarias. Asusta un poco el conocimiento previo de la vida del hombre al leer sobre el ambiente de analfabetismo en el que se fragua, en su calidad de viajero, de solitario, del amor sintetizado en Josefina Betancor, de pintor, de su búsqueda constante del otro lado que le incita a tener continuamente expresiones y palabras en tensión, exprimidas hasta sacarles significaciones que viajan entre el lienzo y el papel y viceversa, entre el mar y la arena, las gaviotas y el musgo, las islas, sus poetas y la visión de un canario en Madrid.

Ni filosofía… (fragmento)
Ser canario no tiene nada que ver, parece, con la filosofía. Ni
tampoco tiene nada que ver, parece, con la geometría. El ca-
nario mira la cumbre solamente diluida en el espacio.
Parecería que fuera en balde. Mirar tanto la cumbre
es propio de un hombre distinto. Que no tiene prisa por
llegar a ninguna parte. Ni le conviene.
Parece como si no pensara en nada, pero piensa; parece que
no caminara, pero anda cabizbajo; parece que no saliera de
su rincón, pero se halla lejos; parece que no ve, pero resuelve
la detallada oferta vacía; parece mudo, pero se pronuncia en
silencio. Parece que no baja de la cumbre, que no tiene que
atender a nadie cuando llaman a la puerta de su casa. Que no

tiene que abrir. Parece que no tiene filosofía.

Alicia en el País de las Maravillas


La propuesta para el primer jueves de diciembre en el club de lectura La Ranilla es una maravilla a la que se le ha dado muchas vueltas, entre ellas la de que para nada es un libro de cuentos infantil. Sin embargo, Carrol, diácono, fotógrafo, matemático y escritor así lo concibió tras ser escrito tras una tarde de paseo en barca por el Támesis en la que contó oralmente la historia a las tres hijas de su deán dándole el primer título de Las Aventuras Subterráneas de Alice.
Las posteriores relecturas a sabiendas de que Carrol era satírico en sus escritos dan a su libro un carácter crítico sobre la época victoriana en la que fue concebido. Para otros su condición de epiléptico y de posible consumidor de estupefacientes para paliar los dolores de artritis facilita el entender los cambios de tamaño de Alicia. Por su parte su dedicación como matemático conlleva al uso que hace de la numerología. Es posible que su lectura en el idioma original no proporcione un mejor entendimiento pero sí un mayor acercamiento al humor inglés, al juego de palabras y al disfrute sonoro de las mismas.

No obstante, es de sobra conocido que Carrol intentó en varias ocasiones buscar ideas de cuentos para niños que pudieran proporcionarle dinero. No es de extrañar tanta interpretación posterior ya que todas ellas están realizadas por adultos. De opinar los auténticos destinatarios de la historia  prescindirían de las segundas intenciones. Ellos disfrutan con la narración y desarrollan su fantasía y no se estrujan la cabeza buscando una doble interpretación. Cuestión ésta, la de buscar raciocinio a la fantasía, facilitada por la castración de la misma años o meses antes de entrar en la pubertad. Tiempo en el que padres y sociedad deja bien a las claras que fantaseando no se llega a puerto alguno, que eso no es cosa de adultos.

Novela de ajedrez. Carta de una desconocida. Stefan Zweig.


El club de lectura Espacio Cultural La Ranilla me ha pedido que escogiera un libro a leer para comentar posteriormente. Las reuniones tienen lugar los jueves primeros de mes. He vuelto a proponer Momentos estelares de la Humanidad. Son bastantes los integrantes por lo que espero que alguna de las historias en él contadas sea del agrado de los futuros tertulianos. Para conocer algo más a su autor, Stefan Zweig, acabo de leer estos dos títulos. Igualmente sabrosos en cualquier club de lectura pues no solo como historiador sino como novelista el flujo narrativo de este escritor hace de estas novelas cortas un auténtico festín literario.
La partida de ajedrez apenas se dibuja en los escaques del tablero. Toda ella tiene lugar en la mente y espíritu de supervivencia de su protagonista, asesor jurídico, aislado por las SS para obtener toda la información posible concerniente al patrimonio de los más pudientes durante la ocupación de Austria por Hitler. La carta de una desconocida es una preciosa carta de amor escrita cuando la anónima protagonista decide poner fin a su vida tras más de una década de amor no correspondido.